Catálogo de cosas que somos



Somos universos sembrados de manos
Somos como dedos que tocan estrellas
Somos luces locas que escriben poemas
Palabras esperando rimarse de manos
Somos tan pequeños, chiquitos y humanos
Somos como hermanos del aire que quema
Manos que desprenden caricias y espasmos
Somos los regalos que nunca se entregan
Damos lo que damos, regalos gastados
Somos los regalos que nunca nos dejan
Dedos que acarician, destinos crispados
Puntos de insistencia y dolor de las manos
Somos los pulgares alzados al aire
Cuerdas que se estiran sin nunca cortarse
Cuentas que se suman sin nunca acabarse
Torpes monigotes del brillo inconstante
Siempre a pocos metros del vuelo hacia el mal
Somos dos palabras que nunca se dicen
Somos el silencio y el grito brutal
Somos esas letras que ya nadie escribe
Somos el momento que no ha terminado
Somos un orgasmo voraz, sideral
Somos hasta acá. Más allá lo ignorado…
Somos inmortales tan sólo al besar…

El tipo del Facebook

Cuando el tipo prende la PC, se siente solo y piensa: "Seguro que ella a esta hora está conectada"
Cuando el tipo ve que acertó, dice: "Nunca pensé que podía llegar a amar tanto a un mero círculo verde"
Cuando el tipo se atreve, tipea la letra "h", y luego de un solo golpe escribe: "hola"
Cuando el tipo está por apretar "Enter", piensa: "Si quiero que me responda, como mínimo debo respetar cierta formalidad sintáctica"
Cuando el tipo hubo retrocedido con el cursor, escribe: "Hola", así, con mayúsculas.
Cuando termina de escribir el "Hola" con "H" mayúscula, el tipo se siente Borges.
Cuando el tipo aprieta Enter, dice en voz baja: "Dale, contestá"
Cuando el tipo escucha su propia voz diciéndolo, sonríe y se anima: "Va a responder"
Cuando el tipo todavía está confiado, dice: "Ella no me ignora; sólo está esperando el momento..."
Cuando empiezan a pasar los minutos, el tipo sabe lo que va a suceder: "Empezaré a experimentar todos los sentimientos juntos"
Cuando han pasado unas milésimas de segundo, el tipo empieza a experimentar todos los sentimientos juntos, y se dice: "Viste, ya sabía yo"
Cuando el tipo está perdido dice: "Ella nunca me quizo"
Cuando el tipo está cansado dice: "Ella va a saber entender"
Cuando el tipo está colgando de un hilo, dice: "Ella va a venir a rescatarme"
Cuando el tipo está ante la evidencia de que ella está con otro, dice: "Ya se va a dar cuenta de lo equivocada que está"
Cuando el tipo está por claudicar, dice: "No vale la pena; hay otras mejores que ella"
Cuando el tipo piensa que quizá reciba un "hola" todavía, cambia de parecer: "Ella me ama, pero está esperando que yo hable primero"
Cuando ella ya no contesta, el tipo dice: "Debe estar ocupada en otra cosa"
Cuando el tipo ve que ella le ha clavado un "visto", como un puñal en el pecho o como una cachetada, dice: "Ya va a contestar, ya a va a contestar. Debe estar leyendo"
Cuando el tipo entiende que ella ya no va a contestar, se vuelve místico: "Debe ser de Dios que ella me ignore"
Cuando ella sigue ignorándolo, el tipo se vuelve Zen: "De este rechazo voy a emerger más fortalecido, más sabio"
Cuando ella sigue ignorándolo, el tipo finge que conserva la autoestima: "Ella se lo pierde; que se joda"
Cuando el tipo se deja de soñar, comprende: "Entonces, ella no me quiere ni le intereso ni nada. Es exactamente como lo sospeché antes de escribir la "h" de "hola que luego reemplacé por la "H" para que se viera más formal"
Cuando el tipo cierra el Facebook, va a inicio y selecciona "apagar equipo" y luego "apagar", se pregunta si no será porque tiene Windows XP, mientras ella debe usar una versión mucho más nueva. Después razona que ya es demasiado estúpido creer que la incompatibilidad viene por ahí...

Cuando del otro lado de los cables y las redes de fibra, ella termina de pintarse las uñas, descubre el "Hola", y se dispone a escribir, pero ve que él ya se ha desconectado...

El tiro (2004)


Pero no, señora –decía el tipo de la tele- no hay peligro.
Susana sabía bien que no hay peligro. Qué peligro puede haber en una reconstrucción con actores, perfectamente supervisada por especialistas.
Pero igual no podía anticipar cómo iba a reaccionar ella al subir de nuevo a un colectivo que era casi ese mismo colectivo en el que, a un paso de la muerte, el disparo la había salvado, tres años atrás. 
Qué iba a sentir. 
“Puedo enloquecer”, pensó en primer momento; luego fue cambiando de idea a medida que el tipo de la tele le iba exponiendo las alternativas de la grabación,  la cuidadosa selección de la escenografía y hasta el modo en que, insistentemente, el productor del documental había pedido que ella, la protagonista de la historia en la vida real, participara. Porque aunque la situación había sido colectiva, el programa se centraría en la experiencia de Susana.
Aceptó por fin y el día de la filmación estuvo en el lugar dos horas antes del horario especificado. Todavía no había llegado el grueso del equipo, pero un asistente le sirvió un café y se ofreció a mostrarle el colectivo en el que se desarrollaría la grabación. Por fuera no se parecía casi en nada, pero por dentro era idéntico. Por un instante la mente de Susana flaqueó y sintió una conmoción en su cabeza, como si el cerebro le temblara dentro del cráneo. La sensación rápidamente desapareció. Pero Susana le atribuyó a ese raro malestar  aquella especie de Déjà vu que experimentó después. Fue cuando sus ojos pasaron por casualidad por un agujero en el tapizado viejo de uno de los asientos y creyó recordar ese agujero. Durante unos instantes se quedó mirándolo y sintiendo que ella había estado en otra ocasión, mucho tiempo antes, midiendo como ahora cada milímetro de estopa que escapaba del orificio del cuero y el pliegue irregular de color negro, suelto y apunto de salirse por completo.
Olvidar ese instante fue sólo cuestión de ver entrar al productor y un grupo de gente del canal que la arrastró parloteando a la sala de maquillaje y de allí a un cuarto pequeño con cámaras y micrófonos.
Alguien dijo que estaban por empezar.
Sentada con una tela azul como fondo, Susana fue contando paso a paso los hechos.
Guiada por las preguntas que hacía uno de los productores parado  detrás de cámara, habló vacilante de la mañana del veinte de abril de 1994. De las ocho y cuarto de esa mañana, cuando tomó el colectivo a una cuadra de su casa. De las ocho y veinte, cuando, dos cuadras más adelante, El Morocho subió al colectivo. Contó que apenas si le había prestado atención al verlo. Después el correr del tiempo para ella no era tan preciso.
Contó cómo poco después, al detenerse el colectivo ante un semáforo,  el morocho se levantó de su asiento y le pegó un tiro en la nuca al chofer. El vehículo ya no arrancaría. Susana sentía escalofríos mientras rememoraba las más de dos horas que siguieron.
Veía sin esfuerzo a los policías rodeando el colectivo, el muerto caído sobre el volante, con las manos colgando; los pasajeros que temblaban sin saber qué seguía después. Porque nadie lo sabía; y El Morocho lo sabía menos que ninguno.
Que al tipo le decían El Morocho era algo de lo que se enterarían mucho más tarde  (Algunos periodistas pronunciarían con cierto placer ese apodo cada vez que informaran del caso). Por ahora sólo sabían lo que veían: Era un hombre moreno de unos treinta años, mal vestido, que gritaba cosas incoherentes y a cada rato agarraba de los pelos a alguno de los pasajeros y le ponía el cañón de la pistola en la cabeza, amenazando con tirar del gatillo.
La policía trataba de negociar con él, pero cualquier palabra, cualquier expresión que llegara de afuera, le parecía una agresión personal, un desafío implícito. Se ponía furioso, se levantaba, simulaba que fusilaba a alguien y luego lo dejaba riéndose de él, como si lo considerara indigno de ser asesinado.
Después, mostrando algo que parecía arrepentimiento, iba a dejarse caer con los ojos vidriosos y la frente arrugada en el último asiento.
En tanto, el círculo que formaba la policía alrededor se iba estrechando.
Al final, el Morocho vino hacia Susana. La había mirado varias veces antes, y la última lo hizo con más detenimiento, como evaluando cada detalle de su fisonomía. Susana lo contaba sin que el llanto de sus ojos llegara a su garganta, sin que se colara en su voz; igual que aquella vez mientras suplicaba por su vida, sabiendo que esa mirada del Morocho significaba que era la que había elegido. Cuando sintió el frío del cañón apoyado en su frente vio la cara del Morocho y supo que esta vez no era un simulacro. A ella sí la mataría.
Cerró los ojos. Esperando.   
Y escuchó el tiro. Curiosamente, en verdad lo que oyó no fue el ruido del arma al disparar, tampoco la cabeza del Morocho reventándose para salpicarla con sesos y sangre. No. Lo que escuchó fue el estallido de los vidrios de la ventanilla al ser atravesados por la bala del francotirador, y después el cuerpo laxo del Morocho al caer.
Cuando terminó de contarlo, algo amargo le daba vueltas por la garganta.
-Bien -dijo alguien detrás de las cámaras y los reflectores que le impedían ver al personal de producción- con eso alcanzará
-Ahora hay que grabar la reconstrucción- dijo otra voz.
Los reflectores se apagaron y de nuevo el parloteo y la vorágine que la llevó de regreso a exteriores, donde esperaba  el colectivo, ahora rodeado de equipos.
Esta vez el vehículo se llenó de gente con cámaras, luces y aparatos que Susana desconocía. Vio una claqueta que tenía garabateada con tiza la frase “Al borde de la muerte”, el título del documental. En los asientos había extras. Un tipo llegó con una camisa manchada con algo parecido a la sangre. Reía mientras conversaba con el microfonista.
- Cuando el director lo diga, todos se van a ir- le explicó a Susana un productor- usted se quedará con los cámaras y los extras, y empezará la reconstrucción. En esta parte, alcanza con que esté aquí, en su asiento. ¿Era el quinto de la derecha, verdad? Bien. Nosotros ahora nos centraremos en el Morocho, que ya está por llegar.
Hasta ese momento Susana estaba muy tranquila.
Fue la voz distorsionada del director dando órdenes a través del megáfono lo que la inquietó. Otro megáfono había sonado también aquella vez, tratando de persuadir al Morocho de que soltara el arma, que se entregara.
El Morocho, que ya estaba subiendo al colectivo, apuntaba al chofer. El disparo sonaba tan real. El cuerpo del colectivero se aplastaba de golpe contra el volante, rebotaba violentamente y quedaba con los brazos colgando. La sangre bajaba por los brazos y goteaba de sus dedos.
El morocho. Su cara.
Susana veía la cara del Morocho y se obligaba a pensar que aquél era un actor, porque eso era.
Sin embargo el Morocho se veía tan igual; tan brillosos sus ojos, y las mismas arrugas frunciendo su frente.
Ese morocho era El Morocho, y avanzaba hacia donde estaba Susana. La voz del megáfono le ordenó detenerse, pero no hizo caso. 
Blandía el arma sin dejar de mirarla.
Susana escupió un sollozo agrio y frío.
Sus ojos volaron al único asiento que quedaba desocupado en todo el colectivo. En él seguía, como aquella vez, el agujero en el tapizado. Ahora lo recordaba: ese agujero había sido lo último que miró esa vez cuando el arma se apoyaba en su frente. Allí miró ahora. Después, igual que en aquella ocasión, cerró muy fuerte los ojos.
Oyó los gritos desesperados del director desde el megáfono.
La carrera de los productores, subiendo apresurados al colectivo.
Los gritos histéricos de los extras al descubrir por fin que algo no estaba bien.
Y esta vez sí, escuchó el tiro de la pistola.

Lunas huecas (Textos prehistóricos 5)



Revolviendo papeles viejos encontré una serie de poemas que escribía hace diez años. No tenía compu. Tenía novia, creo. No tenía tanta panza, eso seguro. Tenía algo de pelo (tampoco tanto). No era Locutor, y así... Hay una pila enorme de papeles, pero creo que este es el último por ahora:


Vení, arrimate, que te explico
Estás tan sola como todos por acá
Encerrados cada uno en su cárcel
Pero tenemos que pagar por este encierro
Nos lo cobran, cual si fuera algo valioso
Y es basura, las paredes sin sentido

Universos dos por dos, paredes viejas
Cucarachas, dinosaurios de bonsái, y lunas huecas
Vos sabés, estás tan sola como yo
Como el de al lado
Sin mas sueños que aguantar hasta que el día
Hasta que el subte, el dos por dos, paredes viejas
Hasta el fin, hasta caer
Y reventar contra el asfalto.
Sin que nadie se mosquee, ni te escuche

Pero no. No sólo somos eso
Porque ahora somos dos, vos lo sabés
Y si vos y yo rompemos las paredes
Si quebramos el destierro creando tierra
Si rompemos soledad uniendo cuerpos
Si gritamos, si matamos al silencio
Si reís y al reír vuelven los sueños
No habrá nada que nos pueda detener
Seremos libres.
Todo el tiempo
Se transforma
En un instante, con un beso, nos burlamos del olvido

Vení, arrimate; yo también soñé con vos
Y ahora despierto.

Luz (Textos prehistóricos 4)


Revolviendo papeles viejos encontré una serie de poemas que escribía hace diez años. No tenía compu. Tenía novia, creo. No tenía tanta panza, eso seguro. Tenía algo de pelo (tampoco tanto). No era Locutor, y así...

Luz, voraz tu luz, como pintura
Mancha ambientes y se queda para siempre

En algún lugar del mundo, en este instante
Una calle, una selva, un mar de lágrimas
Un oído necesita tu presencia
Lloverás luz y serás luz sobre la tierra
Para que alguien beba luz y cure el miedo
Nace luz por las rendijas de la ausencia
Hoy un niño sonreirá viendo tu luz
Ella verá brotar tu luz y olvidará
Que estoy tan lejos

Luz, voraz tu luz, como pintura
Mancha rostros con sonrisas para siempre

En algún lugar del mundo, en este instante
Alguien viste el manto negro de la muerte
Alguien llora hasta rugir en las tinieblas
Alguien cae como caen los imperios
Su derrota, fuga pánica en el caos
Deja huecos que tu luz muy pronto llena

Volverán alados, libres, los que hoy lloran ausencia
Brillará voraz tu luz en las sonrisas
Llena bocas, llena almas, para siempre
Volverán a ser la flor que nace en ruinas
Amar tu luz, querer que brille
Para siempre.

Cualquier día (Textos prehistóricos 3)

Revolviendo papeles viejos encontré una serie de poemas que escribía hace diez años. No tenía compu. Tenía novia, creo. No tenía tanta panza, eso seguro. Tenía algo de pelo (tampoco tanto). No era Locutor, y así...


Esa extraña mitología del hartazgo masivo: “Cualquier día todos juntos nos cansamos y rompemos tanto muro que separa nuestros mundos”
vamos yendo, viene el frío, ruge el fuego
No te rías. Todo está medio quebrado, pero aguanta. Hasta cuándo. Porqué causa
Viene el frío, pero algunos no se enfrían
no los dejan, los mantienen bien calientes
Y no hay fuerza que equipare tanta fuerza
El que duerme corre el riesgo de quedarse
Congelado como el rostro de la muerte
Congelado, tieso y frío
Pero hay hambre y desorden de palabras
Hay la ruina y el peligro de contagio
Y los que corren ya no paran con las bombas. Ni las balas.
Nunca paran, ya no lo hacen
Porque están hartos y “hartos” es muy hartos de los nunca de los nada,
del no puedo, de tener que hacer barquitos con las ganas
De quemar los trapos viejos de los sueños
No te rías.
Esta cosa ya no aguanta, se desploma
Y después dicen que somos aburridos.

Vas a ver (Textos prehistóricos 2)


Revolviendo papeles viejos encontré una serie de poemas que escribía hace diez años. No tenía compu. Tenía novia, creo. No tenía tanta panza, eso seguro. Tenía algo de pelo (tampoco tanto), No era Locutor, ya estaba bastante crazy, pero con esperanzas de cambiar, y así...

Cuando te peguen un hachazo en la cara
Cuando te sangre la verdad de las horas
Y hayas dado hasta tu ultimo beso
Sin que vuelva ni una frase de amor
Sin que siquiera vuelva el brillo a sus ojos
Ahí vas a ver.
Vas a abrazar los preceptos del odio
Como se abraza solo el cuerpo deseado
Vas a creer las noticias del odio
(diarios sin letras, puros restos de ideas)

Vas a inventar un nuevo modo de hablar
Para decir sin que se entienda su nombre.

Cuando te quedes contemplando su espalda
Y de las venas se te caigan incendios
Cuando de pronto ella te falte de todo
Ya vas a ver.
No digas nada
Ahora la frotás y te concede tus deseos
Después se va a apagar
Se va a morir entre tus manos
Se va a secar para nacer en otros ojos
Para brotar lengua por lengua de otra boca

Te dirá chau, punto final
Ahí vas a ver.

Barco hundido (Textos prehistóricos 1)


Revolviendo papeles viejos encontré una serie de poemas que escribía hace diez años. No tenía compu. Tenía novia, creo. No tenía tanta panza, eso seguro. Tenía algo de pelo (tampoco tanto), No era Locutor, y así...

Por locura
Por pura inercia
En lo más profundo, moviendo el timón
De este barco hundido
Escupiendo burbujitas
Haciendo cuentas
Diciéndole al mundo que te recuerdo
Pero es mentira

Vuelvo a vos
A tu ignorancia voluntaria, permanente
Vuelvo al fondo oscuro y frío
Donde escucho que me hablás
Pero no importa qué decís

Por amor al sufrimiento
Por simpatía hacia el olvido
Porque alguna vez fuiste lo inmenso
Fuiste todo
Como ahora sos madera que se pudre
En el fondo de un océano sin luz

16-01-13 Muñecos


En el punto exacto en el que se unen los pedazos
del muñeco de plástico que soy
Vas rozando con tus uñas los desiertos
de mi espalda que reluce de calor
De dolor...

En la esquina de mis piernas y tu abdomen
vas resbalando y escapándote de vos
De mí también, pero qué importa...

Soy un simple indestructible corazón
que se ha quedado sin latidos en la tarde
recordando que esta tarde no soy yo
Ni vos tampoco

En el punto exacto donde se unen los pedazos
de este motor destartalado que soy yo
me hacés gemir el corazón a latigazos
y volvés, y disfrutás con mi dolor
Que es tu dolor

Con la sombra que destroza el sol de enero
tu desnuda palidez brilla y se expande
Espejismos sacudidos por un viento
que está cada vez más torpe e inconstante
Como vos
Y como yo

Como los copos de algodón, nieve de espanto
que te van cubriendo el rostro de a poquito
Cada vez que nos miramos
caen rayos que no alumbran ni destruyen
Esos viejos y vetustos artefactos que ya somos
vos y yo...

Si supieran los ingenuos monigotes que nos miran...

15-11-12 Serás libre

Podrá besarte. Poseerte con dulzura o con saña.
Podrá moldearte como si fueras un pedazo de barro.
Pero mientras sea yo el único que sabe apreciar el brillo de tus ojos bajo la luna de una noche de enero...
mientras sea yo el único que puede leer el braile de tu silencio en la oscuridad...
Mientras sea yo el único que puede transcribir poemas dictados por la musa de tus jadeos...
No serás de nadie más que mía
Porque es de tanto no tenerte que te tengo, y de tanto estar adentro tuyo que estoy lejos.

Y eso debe ser la versión más perfecta del amor: Cuando se tocan peligrosamente el dolor y el vacío

Una zona que queda muy cerca de la libertad.

Mientras ningún beso pueda repetir aquél beso no serás de él, y tampoco mía.
Serás libre.

El genio de la tempestad

VERSIÓN AUDIO CLICK AQUÍ

Como Simón: "El Genio de la tempestad"
Escuchándote en la furia de la marea que se rompe contra nuestro muelle endeble.
Agarrándote la mano helada.
Recordándote que todo va a pasar, incluso esto.

Vuelven los tiempos de sonreír

Pero soy el que tiene puesto el impermeable y las botas de goma
El único que trajo paraguas

Soy el que te habla al oído hasta que por fin podés dormirte
Soy el que evita que agarres un palo y entres a partir cabezas

Ya se sabe que después las represalias del destino tienen
dos o tres cositas que decirnos al oído pero a gritos.
Hasta entonces te sostengo la mano empapada, barrosa...

Soy el que sólo puede besarte para darte respiración artificial...
Soy el que sólo puede abrazarte para sacarte del pantano...
Soy el que sólo roza tu cara cuando hay que interceptar
la trayectoria de una lágrima...

Piloto de tormenta.
Pedalista del viento en contra
Cazador de estrellas lejanas
Animador de funerales
Defensor de criminales confesos
El que viene cada vez que el teléfono suena...

El genio de la tempestad...


20-04-09 Pretención


Vine hasta esta parte
sin dejar por el camino más que huellas.
No mentí; No vendí máscaras, ni fui
más parecido a otros que a mí mismo.
Perdí amigos y hasta amores
por no perderme a mí mismo.
No sé si soy preciso...
Lo que digo es que mi fé no se halla en venta.
Y mi voz, aunque lo pidas, no la alquilo.
Peor que morirte es descubrir
que otro vive tu vida.
Y mucho peor es constatar
Que tu cabeza es la cabeza que usa ese otro.
Yo llegué hasta acá
perdiendo novias y trabajos
por no dejar en el camino
la mirada y las palabras que me gustan.

Esa caprichosa pretención de ser feliz...

01-08-12 Simultaneidad

Nada más verte sonriendo y se descarrilan varios trenes; tropiezan las viejitas que compran verduras en el super de los chinos; se dan por vencidos varios maratonistas en algún circuito impronunciable de Alemania; dan dos vueltas en el aire los suicidas que se tiran al vacío; los yanquis se deciden a invadir varios países tercermundistas; los políticos dicen dos o tres mentiras menos por segundo; palpita incontables veces mi corazón al ritmo de un blues rabioso; se disuelve a medias la niebla de una mañana de Agosto y en el congreso aprueban una o dos leyes.
Se desvanece lo que Jorge Luis llamaba "El horror de vivir en lo sucesivo..."
Nada más verte sonriendo y se destrozan los muros que separan a los buenos de los malos, a los blancos de los negros, a los lindos de los feos, a los enfermos de los sanos, a los locos de los cuerdos. Se convierte en agua el helado que sostiene una niña distraída; se incendia la cabeza de un fósforo justo antes de llegar a la punta de un cigarro; se hacen papilla los autos que una máquina tritura para hacer con el metal otros autos; se van desgastando de a poco las ideas al ritmo del olvido.
Sonreís y en ese mismo instante todos los relojes del mundo dicen TIC y luego TAC, pero más lento, de modo que con cada sonrisa tuya el universo cambia su ritmo sin que nadie se dé cuenta.
Nada más verte sonreír y mirarnos de reojo y todas las pruebas y exámenes entregados se corrigen solos, generando epidemias de calificaciones positivas que los más agrios profesores no pueden explicar; se inician incendios en las costas de África y las llamas se apagan al mismo tiempo. Caen innumerables meteoritos en un campo en las afueras de Suipacha. Se codifica y decodifica muchas veces sucesivas el genoma humano.
Tinelli mira a la cámara.
Cristina deja de tocar compulsivamente los micrófonos.
Clarín dice la verdad.
Los del Facebook descubren la diferencia entre "a ver" y "haber".
Me crece el pelo.
Y se hacen notorias varias verdades (aunque, como decía Gregory, "todos mienten")

Con tantas cosas ocurriendo al mismo tiempo -tanto ruido- no es raro que en ese momento de caos imperceptible se te escape el detalle de que tu sonrisa también alcanza para hacerme feliz por el resto del día.

Invierno

Este invierno mental.
Estas manos cortadas.
Este viaje de escamas gastadas
por aguas de estiércol y sal.

Esta ausencia del sol
Este triunfo del viento
Este frío del barro
dejándose quieto en el suelo

Este invierno mental
Esta crisis de sueños
Este borde de todo
este caos de escarcha
Estas manos gastadas
Caricias que nunca serán...

03-07-12 - Silencio (Escrito el Día del Locutor)

Amantes del silencio. Eso somos. Lo acariciamos, nos ganamos su confianza. Y justo ahí, metemos la palabra. La palabra se clava en la carne del silencio y queda ahí, incrustada, resaltando, diciendo. La palabra existe porque el silencio la lleva puesta. Lo que decimos es una manchita en el cuero suave del silencio. La esencia de lo que decimos está en ese espacio entre una palabra y otra. Las palabras más bellas son esas que mejor adornan la piel del silencio. 
Entrás al ISER, y en tres años tenés un carné de Locutor, que certifica que ya sabés manejar las palabras. 
Después te lleva una vida aprender a seducir al silencio.

16-06-12 ¡Crack!


¡Crack! Es la onomatopeya que representa un quiebre. Algo se rompe y es ¡Crack!.
Siempre estará ese momento en el que vos y ella se van a mirar a los ojos, parados en la grieta, en el lugar en el que los continentes se separan.
La vas a mirar despacio, como queriendo decirle algo que no sabés enunciar, sintiendo que tal vez estás tomando la decisión equivocada. Tu mente trabaja a miles de kilómetros por hora. Va mucho más rápido de lo que puede expresarse con palabras.
Tal vez haya un abrazo, una súplica velada de que algo cambie, de que un sacudón oportuno rompa los límites de la pesadilla. Pero no pasa nada. Nadie viene a rescatarte. En ese momento estás completamente solo.
Ella te mira pero estás solo. Ya estás solo.
Pensás que tal vez estás equivocándote. Ella piensa que tal vez están equivocándose. Pero se trata de seguir un plan que se decidió antes, y de pronto ese antes les parece tan lejano, tan borroso.
Y es, antes que nada,  porque ya no se pueden recitar tan claramente los motivos que los están separando; esas manos color noche que se la están llevando, que te están llevando. Ya no son tan claros ni parecen tan convincentes los motivos que los pusieron a ambos lados de la grieta.
Sentís el ¡Crack! Removiendo la tierra bajo tus pies. A lo mejor ella te pide que la abrases y en realidad te está pidiendo que digas algo que pueda detener el tiempo, enroscarlo y volverlo atrás. Pero la vida no es una película.
Ya es hora de que alguien revele esta verdad.
Una vez que esta despedida acabe, te vas a preguntar muchas veces si fue una buena decisión.
Nunca lo vas a saber.
Después la historia seguirá. Si te enterás algo de ella, será como tener noticias de un viejo amigo, pero al mismo tiempo te vas a alegrar si las noticias no son buenas y te vas a preguntar qué clase de monstruo sos, deseando el mal a quien alguna vez amaste.
Todo eso, decidido por un instante en el que el ¡Crack! sale de las entrañas de la tierra, empujado por el magma hirviente que está ahí adentro del globo desde la creación del universo. Ese inconmensurable puchero de piedras que se retuerce en el centro de la tierra hasta que de golpe quiebra la corteza, revienta, ¡Crack!
Todo esto en una noche de luna llena mientras ella te pide que la abrases. Mientras de a poco los brazos no significan nada. Están ahí. Duros, abandonados al destino de no abrazar, como los de los espantapájaros. Sos un ser deformado y chiquitito, un hombre menguante que, al igual que el de Matheson, sabe que al final aguarda otro universo, pero nadie puede acompañarte hasta allá.
Ahora estás solo, ante la perspectiva de algo nuevo. Quizá mejor. Quizá terriblemente peor. Seguramente distinto.
Si alguien te pusiera un espejo en el camino, saludarías con cortesía a ese tipo que te parece conocido, pero casi ajeno por completo. 

27-05-12 REVOLUCIONES




El viernes pasado, 25 de mayo, Graciela Díaz me pidió que dijera unas palabras desde mi rol de comunicador en Suipacha, refiriéndome a La Libertad, en un Acto que organizaba la Asociación que ella dirige. 
Quería compartir con los lectores del blog un bosquejo de lo que dije ahí. Tal vez les guste:

"Sé que no es una muy buena manera de empezar, pero quiero decir antes que nada que por lo general desconfío bastante de las revoluciones en el sentido más político de la palabra. Sin generalizar, es necesario decir que con frecuencia han sido un producto de los intereses más o menos genuinos de las burguesías. Los pobres no hacemos revoluciones. Hacemos revueltas, alzamientos, rebeliones, pero revoluciones hacen los que tienen el poder, el financiamiento, y la educación para hacerlas. Muchas veces se dirá que los que se alzan en contra de una determinada potencia lo hacen en nombre de los que menos tienen, pero en general reaccionan a una necesidad de las clases más acomodadas. 
En otras palabras: nosotros, los humildes, podemos ser bandera, pero abanderados… difícilmente.
Aun así, he aceptado hablar partiendo de un nuevo aniversario de la revolución de mayo y de los hombres que la hicieron. 
Y aquí vuelvo a decepcionarlos, porque me cuesta referirme a esos seres tan exaltados por la historia de los que ya se ha dicho casi todo, y de los que yo no sé casi nada.

Voy a hablar, por lo tanto, de los revolucionarios que yo conozco. 
Un verdadero grupo de revolucionarios. 
No cambiaron un país, ni una provincia, ni un pueblo, si lo vemos en los términos "documentables", pero a lo mejor lo hicieron igual.

Cuando yo tenía 9 años, era un chico del campo, de padres tamberos, que leía con voracidad todo lo que se me cruzaba, pero no tenía tantas lecturas a mano como hubiera querido.
Un día mi maestra me llamó aparte y me dio un regalo. Algo poco común, y para mí rarísimo.
Cuando abrí el paquete, en su interior me encontré con un libro. Y cuando abrí el libro, lo primero que vi fue un dibujo muy simple de un chico que aferraba, como si fueran las riendas de un carro, un manojo de hilos que lo conectaban con una bandada de pájaros. 
Los pájaros tiraban de esos hilos y lo llevaban volando.
Ese chico rubio de cuyo cuello colgaba una larga bufanda, era el Principito, de Exupéry.
En esa misma página, aquella maestra había escrito: “Para Damián, que cuando lee alcanza las estrellas”
Yo no lo supe en ese momento, y probablemente no lo pensé hasta ahora. Pero ella, la maestra del libro, y otras que iban a venir después, y  profesores y profesoras más adelante, y bibliotecarias y amigos más instruidos que yo, que se fueron turnando para prestarme, regalarme o recomendarme libros, hicieron que yo sea una persona diametralmente distinta a la que hubiera sido sin ellos.
Sin esas lecturas que me abrieron la cabeza, hoy no sería el que soy.
Pero esos libros fueron llegando, uno por uno. 
Un plan de Dios, perfectamente orquestado,  para cambiar el destino -no de un país- pero sí de una persona, usando a estos revolucionarios.
Fueron y son terribles rebeldes, porque rompieron con lo que el “destino” había dejado para mí. 
Y pienso ahora en todos los que con pequeñas acciones hacen lo mismo: Marcan a alguien para siempre. 
Pienso en el que da amor a un chico que no lo tuvo: Ese chico nunca va a ser el mismo, porque el recuerdo de una caricia, igual que el de un latigazo, te puede marcar de por vida.
Pienso en los que dan un plato de comida a alguien que tiene hambre, o abrigan al que tiene frío; Ellos son revolucionarios, porque nos hacen entender que se puede, que nadie nos puede condenar a ser indiferentes.
Y así podría seguir sin parar, hablando de revolucionarios anónimos que hacen la diferencia en un mundo en el que sobran conformistas y acostumbrados.

Los que tenemos en nuestras manos la información, somos parte de eso.
Pienso en esa responsabilidad siempre que proyecto un programa nuevo. 
Me pregunto si de alguna manera puedo enriquecer a los que están del otro lado. Podría pensar sólo en entretenerlos, que no estaría mal, pero se ve que algo de esa sed revolucionaria también está en mí.
Lo cierto es que, yendo al tema del que me pidieron hablar, la única libertad es la que empieza en las cabezas y los corazones. En nuestras almas está el embrión de la libertad. Desde ahí salimos, como aferrados a una bandada de aves migratorias de esas que llevaban al Principito, hacia la verdadera libertad.
Si de algo puede servir mi trabajo para contribuir a despertar esa libertad, seguro que eso llevará al mismo tiempo a construir un mundo mejor, con más justicia, con gente más buena. Si de algo sirve mi trabajo para eso, decía, ahí quisiera estar, como un revolucionario más”

12-04-12 Creer

Cuando golpeaste la puerta, salí
Cuando dijiste mi nombre, lloré
Cuando escupiste mi cara, reí
Cuando dejé que te fueras, pensé

Cuando llamaste de lejos no fui
Cuando creí con más fuerzas, oré
Cuando regaste la tierra, nací
Cuando corría sin rumbo paré

Y a veces salió caro vivir
Pero ese era el precio y pagué
Dijiste que querías venir

Y mi unico defecto es creer
Lo lógico es dejar de insistir
Pero es tan placentero creer...

15-03-12 Partida

Esbozada esa sonrisa, se quedó saboreando el aire del océano hasta que el mar entró por la ventana. 
Después su cuerpo era parte del agua.
Las olas salieron empujándose y riendo al bajar la marea. Ella ya no estaba.

17-01-12 El niño explorador

El último beso será para cualquiera de los niños malos.
Quien menos pague por él, heredará tu amor.

El boy-scout.
El que se sabe de memoria las reglas.
El que nunca dijo el nombre de tus locuras extremas.
El que no lo va a decir nunca.
El que pone la capa extendida sobre el charco cuando vas a pasar.
El que rompe la carta que te inculpa.
El que se declara responsable del vidrio que vos rompiste.
El que perdona una y mil veces.
El que puede recordar cada una de tus obsesiones.
El que se amolda a la forma de tu cuerpo para no despertarte.
El niño explorador.
El que renuncia a la última galletita del paquete para dártela.
El que te presta la campera cuando llueve a cántaros y temblás de frío.
El que consigue sacar de la nada ropa seca.
El que mira para otro lado si no le das permiso para verte mientras te cambiás.
El boy scout.
El niño explorador.
El perfecto reflejo de lo que pedirías.
El perfecto reflejo de lo que reclamás.
Ese...
Ese se queda solo...