Se buscan cómplices

Se buscan cómplices para delitos imperdonables. Esos que son condenados por todos los que se mueren de ganas de cometerlos, pero no se animan.
Cómplices para hacer cosas tales como robar de una vez y para siempre la felicidad y no devolverla más.
Cómplices para cometer travesuras gravísimas como tocarle el timbre a esos destinos oscuros que algunos nos pintan, y salir rajando, dejándolos a todos esperando que pase lo peor.

Una complicidad de esas que no se logra casi nunca, pero cuando se logra…
Para hacer cosas prohibidas, tales como entrar al amor -ese palacio idealizado, todo blanco, todo perfecto- y hacerlo con las zapatillas embarradas de la vida, del camino tormentoso. Y acomodarnos en una contrariedad de pisadas de barro en el piso brillante, sabiendo que sólo aman bien los que traen los pies embarrados.
Cómplices en la aventura de enfrentar al miedo cara a cara.
Para tomarnos de la mano e irnos a hacer cosas estúpidas sin pensar en las consecuencias.
Para no estar de acuerdo y para ser diferentes, dos faltas que no dejaría pasar ninguno de esos jueces almidonados que abundan en la vida.
Para declararnos inimputables cuando vengan a interrogarnos... Por qué escribimos poesías en lugar de memorándums; Por qué con los dedos, en lugar de hacer cuentas, hacemos magia; Por qué nos tomamos en joda lo mejor del néctar del mundo, en lugar de tomarnos con seriedad sus pastillas amargas.
Se buscan cómplices para romper la vidriera en la que exhiben esa vida mejor que es carísima. Romperla por que sí, porque nos revientan soberanamente las vidrieras.Y luego decidir si tenemos ganas de llevárnos esa vida mejor que se exhibe a precio de dolar blue, o simplemente dejarla ahí, reducida a su verdadero valor, que es poco y nada ahora que el vidrio se rompió y de pronto ya no es inalcanzable.
Para darnos un atracón de caricias yéndonos sin pagar.
Para ponernos espalda con espalda y agarrarnos a trompadas con los inquisidores del desaliento, con los vigilantes del No-Se-Puede, con los soldaditos de la perfección, tan pulcros ellos.
Cómplices que manejen bien las herramientas con las que se roban los besos.
Que usen el amor como un arma y no les asuste robarse a punta de amor la felicidad que nos merecemos.
Cómplices con ese complejo de Robin Hood de quienes esperan que el amor gane algún día, pero mientras tanto se lo llevan a todos los que lo necesitan y andan por la vida repartiéndolo sin pensar cuánto les queda para ellos.
Se buscan cómplices.
Si pensás que calificás para el puesto, si estas características son las tuyas, siempre habrá una esquina en la que encontrarnos para planear uno de esos crímenes terribles...

03-06-20 Oración


Señor: Seguro que por ahí las cosas están bastante agitadas por estos días. 

Si nunca están tranquilas, no quiero imaginar ahora. 
Pero si justamente ahora inclinaras tu oído un poco, solamente un poco, y entresacaras palabras de palabras y lágrimas de lágrimas, si revolvieras este gigante revoltijo de intenciones, esta colosal montaña de deseos y sueños y lamentos, habría algunas palabras que encontrarías repitiéndose una y otra vez.
Una oración de pocas palabras que resuena en el silencio de pasillos húmedos y despintados, en el hermetismo de los abrazos más cerrados, en la oscuridad de las noches más largas. 
No podés dejar de escuchar esta oración que se reitera y reitera y reitera. Sale por puertas y ventanas de edificios, casas, ranchos, claustros, salas, patios, templos, cuevas, mentes. 
Esta oración pide algo simple e imposible al mismo tiempo. Desafía al poder con la osadía de quien siente que tiene poco para perder. 
Si escucharas el conjunto de todas las voces que te nombran en todos los idiomas, en todos los tonos, en todas las regiones, seguro que podrías recomponer desde esa confusión una melodía perfecta, un compás inalterable, una coincidencia de intenciones que no podrían conseguirse si no existiera una partitura universal que está dictando paso a paso los mismos acordes a la orquesta que ora: 
Señor...
Vos sabés de qué te hablo. 
Vos sabés qué silencios gritan esta oración desde lo profundo de nuestras entrañas de hombres y mujeres del ayer, del hoy, del mañana. 
Vos sabés que nunca estamos más cerca de vos que ahora, cuando lloramos abrazados a tu presencia invisible.
Vos sabés más que nadie lo que pasa en este instante.
Si lo hacés, vas a escuchar esta oración. Hasta yo he podido escucharla en muchas ocasiones con estas orejas pobres que no pueden oír el estruendo que hace una flor al abrirse o una pluma al chocar contra la tierra o una mariposa al agitar el aire con sus alas de color puro. 
Seguro que vos también escuchás esta oración en la que todos coincidimos... 
Si es así, no guardes silencio.

Vení.
Vení desde el fondo de la luz y de la vida. Vení desde el punto en el que se hacen realidad los sueños. Vení desde la tierra en la que el dolor se disuelve al sol como los rastros de una feroz helada de julio. 
Vení "desde un rincón del bosque o desde la selva de la memoria", como decía Jacques.
Vení y simplemente soplanos la frente con tu paz, porque las otras maravillas se acomodan a ese soplo.