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03-06-20 Oración


Señor: Seguro que por ahí las cosas están bastante agitadas por estos días. 

Si nunca están tranquilas, no quiero imaginar ahora. 
Pero si justamente ahora inclinaras tu oído un poco, solamente un poco, y entresacaras palabras de palabras y lágrimas de lágrimas, si revolvieras este gigante revoltijo de intenciones, esta colosal montaña de deseos y sueños y lamentos, habría algunas palabras que encontrarías repitiéndose una y otra vez.
Una oración de pocas palabras que resuena en el silencio de pasillos húmedos y despintados, en el hermetismo de los abrazos más cerrados, en la oscuridad de las noches más largas. 
No podés dejar de escuchar esta oración que se reitera y reitera y reitera. Sale por puertas y ventanas de edificios, casas, ranchos, claustros, salas, patios, templos, cuevas, mentes. 
Esta oración pide algo simple e imposible al mismo tiempo. Desafía al poder con la osadía de quien siente que tiene poco para perder. 
Si escucharas el conjunto de todas las voces que te nombran en todos los idiomas, en todos los tonos, en todas las regiones, seguro que podrías recomponer desde esa confusión una melodía perfecta, un compás inalterable, una coincidencia de intenciones que no podrían conseguirse si no existiera una partitura universal que está dictando paso a paso los mismos acordes a la orquesta que ora: 
Señor...
Vos sabés de qué te hablo. 
Vos sabés qué silencios gritan esta oración desde lo profundo de nuestras entrañas de hombres y mujeres del ayer, del hoy, del mañana. 
Vos sabés que nunca estamos más cerca de vos que ahora, cuando lloramos abrazados a tu presencia invisible.
Vos sabés más que nadie lo que pasa en este instante.
Si lo hacés, vas a escuchar esta oración. Hasta yo he podido escucharla en muchas ocasiones con estas orejas pobres que no pueden oír el estruendo que hace una flor al abrirse o una pluma al chocar contra la tierra o una mariposa al agitar el aire con sus alas de color puro. 
Seguro que vos también escuchás esta oración en la que todos coincidimos... 
Si es así, no guardes silencio.

Vení.
Vení desde el fondo de la luz y de la vida. Vení desde el punto en el que se hacen realidad los sueños. Vení desde la tierra en la que el dolor se disuelve al sol como los rastros de una feroz helada de julio. 
Vení "desde un rincón del bosque o desde la selva de la memoria", como decía Jacques.
Vení y simplemente soplanos la frente con tu paz, porque las otras maravillas se acomodan a ese soplo. 


Me volé de la foto


Uh! Me volé de la foto.
Justo ahí, donde querías que estuviera, ya no estoy.
Te decepciono a cada paso. No soy ese que esperabas.
Esta serie de aventuras se termina. No hay finales de epopeya ni hay misterios.
Todo eso es más o menos previsible. Y accesible.
No me digas que mañana va a cambiar.
Me borré de la página. Te regalo los renglones solitarios y la llaga casi imperceptible en el papel.
Ese lugar común del tipo silencioso que se va. Ese inmaculado aburrimiento del amor cuando no fue.

Después me comí el planetario, de modo que ahora tengo todo el pecho lleno de estrellas que se agitan.
Todo redundante de finales indeseados.
Pegué un salto similar a los de Hulk, destrocé el techo, reculé ante el huracán para encarar después más fuerte.
Me volé de la foto. Salté al cielo. Me empaché de sol y nubes, de las lluvias que se quedan sin caer en la estación de la sequía.
Decidirlo fue muy fácil porque no había otra opción: Yo también me quedé ahí donde jamás ibas a venir.

Un poco porque es lindo ver el mundo desde acá; Pero ante todo, porque ya no sé el camino de regreso.


Monstruito

El amor es un monstruito bueno que ignora su propio nombre. 
Una deliciosa falla en la Matrix. 
Un chiste que sólo hace reir a unos pocos. 
Una ilusión tímida, que casi nunca sobrevive al paso del tiempo. 
Pero cuando lo logra...
Eso es el amor: 
Agarrar una soga a punto de cortarse y tirarte con ella al precipicio esperando que por esta vez resista. 
Es una señal de auxilio que casi nunca es vista por la persona indicada. 
Un puzzle con millones de piezas. 
Pero, antes que nada, es un monstruito que no asusta a nadie. Tan chiquito y enfermo. Y tan confundido que casi nunca sabe cuál es su propio nombre.

14-08-09 Reinventando la Felicidad



Amenazas de primavera en el aire de Agosto.
Una advertencia de que algo mejor está a las puertas.
Cuando llegue, no habrá silencio ni soledad que puedan detenerlo.
La felicidad -que yo identifico inevitablemente con el calor, porque siempre hacía calor en esos momentos; La felicidad, decía, no puede andar muy lejos...
Tiene que estar en cualquier sitio, dejándose encontrar, con esa sencillez de niña que tiene la felicidad; Con esa inocencia de ojos inmensamente abiertos de asombro; Con esa propiedad de lágrima que al brotar define lo indefinible. Nadie puede resistirse a una lágrima, y menos si es de felicidad.
A ver si se entiende de una vez, y lo digo para todos: Yo voy directo a la felicidad. Sin escalas a la risa, al momento de plenitud en el que todo cobra sentido.
Yo no quiero la lágrima.
Yo no amo el ceño ni la frialdad de la mirada.
Yo no me resigno, ¿Ok?. No voy a dejar de patear la puerta.
Ese bello romanticismo del sufrimiento se lo dejo a los que nunca han sufrido de veras; que los que no conocen de problemas reales sigan encargándose de los problemas imaginarios.
Mientras ellos definen sus propias cosmogonías, yo me limito a creer. A Creer que algo viene y es mejor.
Inventemos, pues, una sonrisa con los ingredientes que tenemos. Seremos felices, aunque serlo nos cueste la felicidad misma.
Ahora que el aire es tibio y hay, como se ha dicho, amenazas de primavera cerniéndose como fantasmas buenos en el aire de agosto, todo lo antedicho parece más posible.
Reinventemos la sonrisa, que de eso se trata.
Tal vez vos puedas ayudarme...

22-12-08 Navidad

Podés creer o no en El.
Podés o no creer que existió. Pero no se puede ocultar la emoción que nos produce la sola idea de alguien que se jugó la vida por los demás. Por todos.
Negar esto último nos empequeñecería.
La vergüenza de una humanidad que se aniquila y se ignora a sí misma queda por algunas horas atenuada por la imagen del bebé que nace entre el pasto seco, entre el olor de los animales y la precariedad. El horror de los miles que no conocen de navidades ni regalos ni shopping, ni bombachas rosas, nos obliga reparar en alguien que sí pensó en ellos.
Tenemos algo así como "La responsabilidad" de ser felices este 24 de Diciembre, aunque no sea la fecha exacta en la que Jesús nació. Si no lo hacemos estaremos deshonrando el gesto más importante que alguien tuvo hacia nosotros. Inmerecido. Imposible de pagar. Incomprensible. Tan potente que sigue moviendo la historia.
Y, aunque sea un cliché moderno y una de esas sentencias que nadie puede cumplir: No permitamos que se bastardee la imagen del revolucionario más grande de todos los tiempos. No dejemos que lo llenen de pólvora para hacerlo estallar en Medio Oriente, o que lo cuelguen en la punta de un misil teledirigido. No dejemos que termine estampado en los billetes ni sumergido en la avaricia de los que no saben cuál es el olor de la pobreza ni quieren saberlo. Que no se nos pierda en la multitud de los que creen saber todo sobre aquél que ni siquiera quizo ser llamado bueno, porque lo consideraba un honor demasiado grande. Que no se lo coma la publicidad, la banalidad, y la estupidez. Que no nos lo comamos nosotros entre una porción de pan dulce y otra. Que no lo maten los Herodes de nuestro tiempo que, igual que el viejo Romano, saben que sin El sería mucho más fácil dominar el mundo.
Pero que tampoco se lo lleven demasiado arriba, donde nadie pueda tocarlo.
Que esté acá y nada más. No quiero más que eso. Su presencia es en el fondo lo único que importa.
Después cada cual volverá a sus miserias personales, que para eso hay tiempo. Esta navidad, celebremos que un niño nació una vez para convertirse en un hombre capaz de morir por los demás. Creamos que algo de El nos queda en alguna parte del alma. Soñemos que aunque sea un poco, podemos imitarlo.