PAPEL

Des-conexión, re-conexión. Vuelta a la realidad. Tus ojos, la prisa de los trenes que se van, los rayos del sol. La acribillante potencia del sonido de esa hoja de papel que cae al piso. Dos segundos después, somos el piso y la noche está dejándose encontrar. Allá afuera se inventan curas milagrosas para enfermedades desconocidas; se lanzan monos al espacio; se dan por abolidos los criterios preexistentes; caen imperios; nace pasto en las cargas de los techos; se dilapida hoy a los que creen, como ayer a los que no... (La hoja de papel da una vuelta graciosa en el espacio quieto, como si quisiera remontarse, volver por su camino de caracol del aire a la mano que la dejó caer) Afuera, lluvia, furia, gritos, sed de sangre; Risas de cristal partido; líneas transparentes; vasos comunicantes; incineradores de cerebros; vaciaderos de basura; danzas frenéticas de androides hipnotizados; distorsiones de la realidad; quiebres de la relación espacio-tiempo; hormigueros rotos; ciudades arrasadas por el fuego... Ahora la hoja de papel se entrega, renuncia a su lucha, se deja ir hacia la chatura del piso. Desde mi lugar, que puede ser a unos pocos pasos, o a muchos años de distancia, no alcanzo a ver qué palabras están escritas en el papel. Tampoco quiero saberlo. Afuera empieza a llover.

Regresos

Todos llevamos adentro un parásito asesino hecho de las ganas de volver. Si lo alimentás, te consume. Las ganas de regresar a lugares y aromas, a paisajes y situaciones, no son más que eso: Ganas; puras ganas; bocas que se comen el presente y escupen los huesos con una horrible displicencia, con algo de asco.
Los regresos, casi todos, desembocan en decepción: La plaza es otra plaza, el río es otro río, nuestra primera novia ya no es lo que era, y aunque lo fuera, nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos, como decía Pablo. 
Es cierto que de vez en cuando es una deliciosa tentación emborracharte con la vista desde el precipicio, pero ese vértigo, esa permanente amenaza de caída libre no puede durar mucho.
Aun así siempre siempre están los que se dejan ir hacia el hueco oscuro de las ganas de ser otra vez el niño que remonta el barrilete en una tarde de tormenta, y luego son parte del viento que los lleva, pasto de nubes oscuras que los absorben para siempre... Despiertan a horas que nunca existieron, conocen gente que no recordaban haber visto jamás, se miran las manos y las descubren tan extrañas que les parecen las manos de otro.

Inventario incompleto de las cosas que me gustan

Caminar descalzo en el barro; las puestas de sol cuando todo el cielo se tiñe de rojo; Las pizzas; Las mañanas de calor y el placer de pisar el pasto mojado de rocío; Las lluvias torrenciales escurriéndose por los techos; Un abrazo que parece a punto de partirte las costillas; La sonrisa del chiquito que te mira desde la ventanilla de un tren que se va; Aspirar profundo el aire del campo; El sabor del café con leche; El ombú de las ánimas; Leer a Wilbur Smith sentado bajo la plantas; El sabor de las moras que se comen entre las ramas de la planta; Los pinos de la Plaza Rosario Suárez; El olor a tierra mojada que viene de lejos; El suspiro hondo que se escapa de golpe de tu boca en ese momento; Los viajes; Las chicas; Marcos chiquitito, diciendo "Batioteca", en lugar de Biblioteca; Andar a caballo a campo abierto; Reírme de mis propios chistes; Las luciérnagas. El dulce de leche; Las siestas en verano; El calor; Los arroyos; Vos...