Musas

Ellas son tan histéricas. Tan difíciles de entender. Tan impredecibles. 
Y tan imprescindibles.
Tienen el poder de dejarte pegado a sus espaldas cuando se van. Tienen el poder de arrastrarte atado por el hilo suave de su aroma.
Una o muchas; Dos, en mi caso.
Pero a veces más, ahora que lo pienso. 
Ellas son tan histéricas, tan locas, tan odiosas. Pero tan lindas.
Son tan malas, tan crueles, tan abandónicas.
Descuartizadoras de neuronas, chupasangres del ego, incendiarias de autoestimas.
Ellas saben exactamente dónde y cuándo tocarte. Conocen interruptores que habitan ocultos en vos hasta que ellas desempolvan los trastos viejos de tu memoria y te dan de comer placer o espanto o las dos cosas al mismo tiempo.
Ellas son las únicas que saben definir al amor, pero esa definición te la entregan de una manera borrosa, casi ilegible. Te dan ese papel ajado en el que ellas escribieron con la tinta de lágrimas viejas la más magnífica definición del amor; Pero te lo dan ahora, cuando ya casi no se entiende nada lo que dice.
Ellas son tan poderosamente ellas, que están en todas partes y se prueban muchas caras y muchos cuerpos y sin embargo no dejan de ser las que eran. Dos en mi caso, pero a veces muchas más.
Y son tan odiables, tan indignantes, tan descuidadas de uno, tan dolorosas, tan dementes.
Esclavas de la libertad y amantes del cautiverio. Hijas de una mente de la que son madres y nodrizas y maestras y acusadoras y condenadoras y verdugos y enterradoras y redentoras y madres otra vez...
Ellas, las más hermosas. Las más amadas. Las hijas de un dolor que muere en el placer y vuelve en belleza y en vida.
Ellas, las esperadas.
Ahora mismo yo las espero. Cuando lleguen con su huracán de color y furia convertida en letras y sonidos, estaré acá, esperándolas.
Tal vez vengan, o no. No importa. Tal vez estén entregándose a otro con las mismas ganas con las que solían amarme, y tampoco importa.
Sólo importa saber que van a venir. Tarde o temprano van a llegar, y acá estaré...
Musas. Así las llaman.
Tratar de describirlas es la peor de las incoherencias, porque sólo son ellas relatándose a sí mismas, y el que escribe esto hace rato que no participa en el relato…
Que acá, al final, ponga “Damián”, si quiere. Que firme como quiera...
Ahora todos saben que fuimos nosotras las que escribimos estas líneas.
Y todas las demás…