Catálogo de cosas que te di













Te di todas esas cosas blancas
De aquella vida blanca y especial
Te di todas las palomas, tantas
Que no queda ninguna por soltar

Te di todas esas cosas limpias
Que ayer nos prometimos nunca dar
Te di mucho más de lo que había
Y todo lo que llaman libertad

Te di las gotas de aire que quedaban
Y los tembladerales de mi voz
Te di la iniciación y las llamadas
Que jamás tu voz quebrada contestó

Te di ese sol de enero que se apaga
Si llega a salpicarlo tu rubor
Te di todos los cheques que ganaba
Vendiendo mis imperios de cartón

Te di todas esas cosas blancas
De aquellas madrugadas de cristal
Te di las manos frías en tu espalda
Temblores del espacio sideral

No supe darte  más que el frío
Los planes que salieron mal

Las cosas que jamás dijimos
Se burlan desde el más allá

Lás risas que jamás reímos
Los besos que jamás serán

Se apagan como
el fuego, herido
Por lluvias
De un dolor
Brutal…

Tristeza de
Saber que
Fuimos
Un río
Que
No
Vuelve
Más…


Más de lo mismo

Primero hay que vencer el temor a la hoja en blanco. Ese final del mundo donde te asomás y ves el lomo de los elefantes que sostienen tu conciencia.
Pero después, si te animás, empezás a escribir la sangre.
Empezás a traspirar sangre.
Empezás a orinar la estratosférica ansiedad que te consume el oxígeno antes de que puedas respirarlo.
Esa triste desilusión final: La de descubrir que no sos especial, porque hasta eso que te hace diferente en realidad es pura versión deformada de lo otro, lo que todos son.
Otros van y vienen por la vida sin saber qué sabia y qué luz fotosintéticamente asimilada crean el verde del pasto que pisan. Vos sabés, pero eso no te hace especial
No te hace especial eso, ni ninguna otra cosa. 
Sólo reemplazás una adicción por otra. 
Unos se drogan con marihuana, y vos te drogás con "Continuidad de los parques"
Unos gritan de dolor cuando los hieren, y vos escribís líneas mutiladas picoteando con los dedos el teclado como si fueras un ave enferma.
Ellos bailan, vos escribís la danza de tus tripas.
Ellos ríen, vos convertís en letras la alegría, porque sólo sos feliz entonces.
Ellos sueñan que el amor los abraza para siempre y vos a la misma hora en una cama similar soñás que el olvido de la mujer que amás te deja preñado de versos y cuentos.
Ellos se enamoran de lo que ven, y vos también, aunque de maneras diferentes.
Ellos veneran a un dios pobre y desvencijado, y vos también, aunque tengan rostros más o menos distintos.
Ellos se descuelgan de vez en cuando por tus libros, y vos te dejás caer de vez en cuando por la pobreza absolutoria de sus disfrutes de cotillón.
Ellos aman a quien los recuerda, y vos amás con la misma intensidad a quien te olvida, porque ellos necesitan ser recordados para sentir que no morirán, mientras que vos necesitás que te olviden para sentirte vivo.
Nada es distinto.
Nada.