Un viaje así

Un día te cansás de llorar, y empezás a sacudirte la tristeza como si fuera tierra en la ropa.
Remontás la angustia y te acordás de las palabras que definen la sonrisa. 
Un día empezás a vivir otra vez.
Una mañana soleada y cálida recuperás el control; te metés por la fuerza en la cabina y tomás el mando de los días que te esperan.
Le hacés frente al espejo y le prometés a esos ojos casi extraños que te miran: Que ya no vas a llorar por nadie más que no merezca el llanto. Que les vas a pagar todas las deudas de sonrisas que les debés. Risa sobre risa se las vas a pagar.
Te parás de cara a la noche y les gritás a esos fantasmas que se esconden en la negrura que no les tenés miedo. 
Que vengan, nomás. 
Que ya no les tenés miedo.
Un día te abrazás a la vida como a un pedazo de madera en medio del naufrágio.
Es ese día en el que te ponés de pie, sacudiéndote la derrota como si fuera polvo en la ropa, y encerrás el pasado bien adentro de la jaula del olvido.
Un día estás parado en la línea de partida otra vez. Dispuesto a recorrer el camino que haya que recorrer. 
Es un día de sol en plena primavera, como todos los días felices. Te dejás llevar por la brisa, por el olor del campo, del pasto recién cortado, de las calles de tierra regadas por la lluvia...
Y empezás otra vez a viajar.
Hacia lo desconocido. Hacia las tierras salvajes donde aguardan monstruos caídos del mapa, pero también paraísos insospechados.
Hacia los besos que te resta saborear. Hacia el silencio y la calma. Hacia el rugido y la agitación visceral. Hacia el destino de barro que espera ser moldeado. Hacia el caos del que nace todo lo nuevo. Hacia la piel. Hacia las raíces que se entierran en el pubis del universo y le arrancan un grito colosal que salpica estrellas como si fueran gotitas de saliva. 
Hasta la playa solitaria en la que te quedarás mirándote, oyendo el rugir del mar y sintiéndote por fin en casa.
Un viaje desde y hacia tu destino.
Un viaje para el cual es necesario este primer paso que das ahora, con la mirada puesta en algo que está más allá; Con las manos apretando tan fuerte las manijas de los bolsos que se ponen blancos los nudillos, pero no te das cuenta; Con la sensación de que por fin las máquinas de la felicidad se han puesto en marcha de nuevo.
Un viaje así...
Un viaje a la realidad.