Regresos

Todos llevamos adentro un parásito asesino hecho de las ganas de volver. Si lo alimentás, te consume. Las ganas de regresar a lugares y aromas, a paisajes y situaciones, no son más que eso: Ganas; puras ganas; bocas que se comen el presente y escupen los huesos con una horrible displicencia, con algo de asco.
Los regresos, casi todos, desembocan en decepción: La plaza es otra plaza, el río es otro río, nuestra primera novia ya no es lo que era, y aunque lo fuera, nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos, como decía Pablo. 
Es cierto que de vez en cuando es una deliciosa tentación emborracharte con la vista desde el precipicio, pero ese vértigo, esa permanente amenaza de caída libre no puede durar mucho.
Aun así siempre siempre están los que se dejan ir hacia el hueco oscuro de las ganas de ser otra vez el niño que remonta el barrilete en una tarde de tormenta, y luego son parte del viento que los lleva, pasto de nubes oscuras que los absorben para siempre... Despiertan a horas que nunca existieron, conocen gente que no recordaban haber visto jamás, se miran las manos y las descubren tan extrañas que les parecen las manos de otro.

No hay comentarios: