11-12-08 Exclusividades


Algunas cosas son sólo mías.
Ayer una mariposa dibujó un camino amarillo evanescente sobre el pasto verde y creí sentir que lo hacía pensando en mí.
Viajando en tren entre García y Suipacha, ahí donde los kilómetros se suceden sin que aparezcan rastros de nada, la noche se llenó de luciérnagas, las primeras del verano. Vaya a saber uno porqué, el tren se detuvo unos minutos, y sentí que los vagones flotaban en el espacio, entre miles de estrellas inquietas.
Una vez te vi sonreír bajo la luna y nadie más te vio como yo esa noche, nadie más te verá así ni te absorberá con los ojos, ni te sentirá en los dedos como yo esa noche.
Una tarde corrí con todas mis fuerzas sin tener un motivo, por una avenida interminable de eucaliptos, corrí hasta caerme de cansancio con el corazón sacudiéndome todo el pecho y me quedé hasta que llegó la noche mirando el cielo y oliendo el pasto y escuchando el canto lejano de los teros. Nadie más estuvo ahí antes ni después.
La última vez que estuve en el mar llegó hasta mí flotando una vaquita de plástico. Esta navidad la agregaré al pesebre y sé que nadie más encontró una vaquita de plástico flotando en el mar.
Una vez un chico me miró desde la ventanilla de un auto y sonrió. Nunca más lo veré. Nunca lo había visto antes. Pero esa sonrisa es mía.
Una noche de tormenta salí a caminar por el campo y los rayos hacían aparecer y desaparecer el mundo todo el tiempo.
Una vez, de rodillas, sentí que alguien mucho más grande que yo me abrazaba. Nadie me abrazó jamás así, y sé que nadie sintió algo exactamente así jamás.
Estoy lleno de cosas que nadie tiene. Soy rico en recuerdos que nadie puede quitarme. Cuando todo en mi se reduzca a desechos de la carne, aun habrá un minuto, un segundo de amor que no se habrá desvanecido del todo.

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