Aventuras de un segundo suicida

Que cada segundo de vida sea este segundo, que se balancea en la amenaza de irse y nos obliga a vivirlo de la manera más intensa posible.
Que la eternidad se almacene en cada sonrisa tuya o mía.
Que los que te han dado un momento de felicidad reciban la felicidad a cambio.
Que el aire que ambos respiramos se más puro que ayer. Que las fábricas de humo se chupen su propia muerte, que revienten y que al explotar caigan sus pedazos convertidos en una lluvia de flores.
Que el verano del primer beso sea eterno.
Que cada segundo de vida sea este segundo loco que se ríe parado en la corniza, que juega a que se tira y nos obliga a correr y agarrarlo, porque ya lo vemos irse al vacío.
Que cada chico del mundo amanezca abrigado, alimentado, rodeado de amor.
Que hablemos menos del pecado, y más de la gracia.
Que una o dos veces al día nos acordemos de que hay alguien que nos necesita.
Que al menos una o dos veces al día nos asomemos a la felicidad de hacer felices a los demás.
Que cada segundo de vida sea este segundo demente que pone una pierna a cada lado de la baranda y se ríe a carcajadas de nuestra desesperación por retenerlo de este lado.
Que aprendamos a amar el nudo del relato, la trama incómoda que nos lleva de a poco a la felicidad.
Que seamos libres del miedo. Así, cortito, simple: Libres del miedo. 
Que nos animemos a pensar y soñar más allá de nuestras cabezas.
Que cuestionemos más a los que nos dicen la verdad y le demos al menos una oportunidad al discurso de los locos.
Que los burócratas del mundo se coman todos sus papeles, planillas y formularios y que les caigan muy mal.
Que los seis o siete capitalistas del mundo que acumulan suficiente plata como para alimentar al resto de la humanidad, se coman todos sus billetes, y les caigan muy mal.
Que los que discriminan al diferente se coman sus palabras y les caigan pesimamente mal.
Que los que desprecian la vida tengan tanta vida como se merecen.
Que cada segundo de vida sea este segundo que vuelve a nuestros brazos, pero se arrepiente y corre de nuevo a tirarse, y se tira, y en plena caída se detiene, rebota en un punto invisible y vuelve hacia la cornisa. Pero queda incómodamente parado, haciendo piruetas al borde de caer.
Que podamos salvar a este segundo que insiste en irse. Que encontremos la única manera de salvarle la vida a este segundo que ahora vuelve a perder el equilibrio y se va inclinando de poquito. 
Que amemos con tanta intensidad, con tal fuerza, con una fiereza tan grande, que cada segundo sea como este sgundo. Este segundo que tiene firmada su sentencia de muerte, que no puede ser apresado entre los dedos. 
Que amemos de modo tal que este segundo que ya cae, que ya se estrella, que ya casi muere, sea eterno...

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