Amenazas de primavera

Amenazas de primavera en el aire de agosto... Una advertencia de que algo mejor está a las puertas y no hay que dejarlo pasar. Cuando llegue, no habrá silencio ni soledad que puedan detenerlo. 
La felicidad, a la que yo identifico inevitablemente con el calor, porque siempre hacía calor en esos momentos. La felicidad, decía, no puede andar muy lejos... Tiene que estar en cualquier sitio por acá cerca, dejándose encontrar, con esa sencillez de niña que tiene la felicidad; Con esa inocencia de ojos inmensamente abiertos de asombro; Con esa propiedad de lágrima que al brotar define lo indefinible. Nadie puede resistirse a una lágrima, y menos si es de felicidad. A ver si se entiende de una vez, y lo digo para todos: Yo voy directo a la felicidad. Sin escalas a la risa, al momento de plenitud en el que todo lo otro cobra sentido. Yo no quiero la lágrima. No amo el ceño ni la frialdad de la mirada. No me resigno, ¿Ok?.
No voy a dejar de patear la puerta.
Ese bello romanticismo del sufrimiento se lo dejo a los que nunca han sufrido de veras; Que los que no conocen de problemas reales sigan encargándose de los problemas imaginarios. Mientras ellos definen sus propias cosmogonías, yo me limito a creer. A Creer que algo viene y es mejor. Inventemos, pues, una sonrisa con los ingredientes que tenemos.
Seremos libres. Conscientes, despiertos, y felices, que es la única manera de ser libres que vale la pena.
Ahora que el aire es tibio y hay, como ya se ha dicho, amenazas de primavera cerniéndose como fantasmas buenos en el aire de agosto, todo lo antedicho parece más posible. Sentemos en el trono a la sonrisa, que de eso se trata.
Tal vez alguno o todos los que leen esto puedan ayudar...

#ViajeAlaRealidad

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