Más de lo mismo

Primero hay que vencer el temor a la hoja en blanco. Ese final del mundo donde te asomás y ves el lomo de los elefantes que sostienen tu conciencia.
Pero después, si te animás, empezás a escribir la sangre.
Empezás a traspirar sangre.
Empezás a orinar la estratosférica ansiedad que te consume el oxígeno antes de que puedas respirarlo.
Esa triste desilusión final: La de descubrir que no sos especial, porque hasta eso que te hace diferente en realidad es pura versión deformada de lo otro, lo que todos son.
Otros van y vienen por la vida sin saber qué sabia y qué luz fotosintéticamente asimilada crean el verde del pasto que pisan. Vos sabés, pero eso no te hace especial
No te hace especial eso, ni ninguna otra cosa. 
Sólo reemplazás una adicción por otra. 
Unos se drogan con marihuana, y vos te drogás con "Continuidad de los parques"
Unos gritan de dolor cuando los hieren, y vos escribís líneas mutiladas picoteando con los dedos el teclado como si fueras un ave enferma.
Ellos bailan, vos escribís la danza de tus tripas.
Ellos ríen, vos convertís en letras la alegría, porque sólo sos feliz entonces.
Ellos sueñan que el amor los abraza para siempre y vos a la misma hora en una cama similar soñás que el olvido de la mujer que amás te deja preñado de versos y cuentos.
Ellos se enamoran de lo que ven, y vos también, aunque de maneras diferentes.
Ellos veneran a un dios pobre y desvencijado, y vos también, aunque tengan rostros más o menos distintos.
Ellos se descuelgan de vez en cuando por tus libros, y vos te dejás caer de vez en cuando por la pobreza absolutoria de sus disfrutes de cotillón.
Ellos aman a quien los recuerda, y vos amás con la misma intensidad a quien te olvida, porque ellos necesitan ser recordados para sentir que no morirán, mientras que vos necesitás que te olviden para sentirte vivo.
Nada es distinto.
Nada.

No hay comentarios: