A veces una brisa fresca como la de hoy divide el verano. Aire que parece robado al mar, aunque el mar esté tan lejos.
Brisa fresca en un mediodía de verano
A veces una brisa fresca como la de hoy divide el verano. Aire que parece robado al mar, aunque el mar esté tan lejos.
Todos los paisajes del alma
Todos los paisajes del alma.
La suma de todas las noches ofrendadas a esperar milagros ya negados de antemano.
El inconstante fulgor de una llama que está por apagarse y vuelve a ser, para contradecir a la noche pero sólo durante unos segundos.
Esa parcela del recuerdo en la que todos los amantes se sienten uno solo.
El rechinar de dientes en el frío y la desolada sequedad de los desiertos calcinados.
Todos los paisajes del alma.
Todas las versiones de la canción del viento entre las ramas de una planta reseca en otoño.
Todas las postales enviadas desde un ayer lejano y borroso.
Todas las desilusiones de primavera.
Todos los brindis por cosas que no fueron. Litros y litros de futuros imposibles.
Todas las escaleras hechas con los palitos resecos de los sueños y las promesas.
Todos los paisajes del alma.
...Y uno acá, a estas horas de la noche, contemplándolos…
EL HOMBRE MOSCA SE ROBA UN MILAGRO
Treguas
Y todos estamos peleando alguna batalla.
De las difíciles. O de las cotidianas. De las que se pueden ganar. De las que cuesta saber cuál será el desenlace. De las que están perdidas de antemano pero igual vale la pena pelearlas. Esas que parecen habernos tocado por error, porque todo indicaría que eran para a alguien con otras aptitudes, y sin embargo vinieron a nombre nuestro y ahora hay que hacerse cargo.
Se buscan cómplices
Cómplices para hacer cosas tales como robar de una vez y para siempre la felicidad y no devolverla más.
Cómplices para cometer travesuras gravísimas como tocarle el timbre a esos destinos oscuros que algunos nos pintan, y salir rajando, dejándolos a todos esperando que pase lo peor.
Cómplices en la aventura de enfrentar al miedo cara a cara.
Para tomarnos de la mano e irnos a hacer cosas estúpidas sin pensar en las consecuencias.
Para no estar de acuerdo y para ser diferentes, dos faltas que no dejaría pasar ninguno de esos jueces almidonados que abundan en la vida.
Para declararnos inimputables cuando vengan a interrogarnos... Por qué escribimos poesías en lugar de memorándums; Por qué con los dedos, en lugar de hacer cuentas, hacemos magia; Por qué nos tomamos en joda lo mejor del néctar del mundo, en lugar de tomarnos con seriedad sus pastillas amargas.
Para darnos un atracón de caricias yéndonos sin pagar.
Para ponernos espalda con espalda y agarrarnos a trompadas con los inquisidores del desaliento, con los vigilantes del No-Se-Puede, con los soldaditos de la perfección, tan pulcros ellos.
Que usen el amor como un arma y no les asuste robarse a punta de amor la felicidad que nos merecemos.
Cómplices con ese complejo de Robin Hood de quienes esperan que el amor gane algún día, pero mientras tanto se lo llevan a todos los que lo necesitan y andan por la vida repartiéndolo sin pensar cuánto les queda para ellos.
03-06-20 Oración
Señor: Seguro que por ahí las cosas están bastante agitadas por estos días.
Si nunca están tranquilas, no quiero imaginar ahora.
Pero si justamente ahora inclinaras tu oído un poco, solamente un poco, y entresacaras palabras de palabras y lágrimas de lágrimas, si revolvieras este gigante revoltijo de intenciones, esta colosal montaña de deseos y sueños y lamentos, habría algunas palabras que encontrarías repitiéndose una y otra vez.
Una oración de pocas palabras que resuena en el silencio de pasillos húmedos y despintados, en el hermetismo de los abrazos más cerrados, en la oscuridad de las noches más largas.
No podés dejar de escuchar esta oración que se reitera y reitera y reitera. Sale por puertas y ventanas de edificios, casas, ranchos, claustros, salas, patios, templos, cuevas, mentes.
Esta oración pide algo simple e imposible al mismo tiempo. Desafía al poder con la osadía de quien siente que tiene poco para perder.
Si escucharas el conjunto de todas las voces que te nombran en todos los idiomas, en todos los tonos, en todas las regiones, seguro que podrías recomponer desde esa confusión una melodía perfecta, un compás inalterable, una coincidencia de intenciones que no podrían conseguirse si no existiera una partitura universal que está dictando paso a paso los mismos acordes a la orquesta que ora:
Señor...
Vos sabés de qué te hablo.
Vos sabés qué silencios gritan esta oración desde lo profundo de nuestras entrañas de hombres y mujeres del ayer, del hoy, del mañana.
Vos sabés que nunca estamos más cerca de vos que ahora, cuando lloramos abrazados a tu presencia invisible.
Vos sabés más que nadie lo que pasa en este instante.
Si lo hacés, vas a escuchar esta oración. Hasta yo he podido escucharla en muchas ocasiones con estas orejas pobres que no pueden oír el estruendo que hace una flor al abrirse o una pluma al chocar contra la tierra o una mariposa al agitar el aire con sus alas de color puro.
Seguro que vos también escuchás esta oración en la que todos coincidimos...
Si es así, no guardes silencio.
Vení.
Vení desde el fondo de la luz y de la vida. Vení desde el punto en el que se hacen realidad los sueños. Vení desde la tierra en la que el dolor se disuelve al sol como los rastros de una feroz helada de julio.
Vení "desde un rincón del bosque o desde la selva de la memoria", como decía Jacques.
Vení y simplemente soplanos la frente con tu paz, porque las otras maravillas se acomodan a ese soplo.
Guerras
Pueden bendecir las armas en su nombre.
Pueden invocarlo en su grito de batalla.
Pueden ponerle su nombre a las bombas.
Pueden buscar viejas profecías que le den un sentido a la demencia.
Y pueden nombrarlo todo lo que quieran.
Pero nada cambia la verdad: Dios siempre está del lado de los débiles y el único reino que le importa es uno hecho a la medida de los más chiquitos.
La felicidad
Es eso, y el placer de darme cuenta de que sin vos el mundo sigue girando; el sol sigue saliendo; los rituales de las fiestas siguen siendo igual de aburridos; los manuales de instrucciones siguen enseñando todo menos lo que necesitamos saber y doce pisos, como decía Julio...
La felicidad tiene más que ver con el único beso que importa -que es el que no me das- que con los muchos que podrían aguardarme por ahí.
La felicidad es un estado de ánimo privativo de los que no conocen el mañana.
Decálogo de cosas que te enseñaría tu YO del futuro
Uno. Errale en lo que quieras, pero nunca decepciones al niño que sueña. Te lo explico así: Mirá para atrás. En algún lugar de tu pasado hay un niño que sueña. ¿Ya te diste cuenta de que vos sos el único que puede cumplirle ese sueño? ¿Qué estás haciendo al respecto?
31-07-17 Ver pasar la serpiente
Como si eso que avanza allá abajo fuera una serpiente hecha de agua. Larga, pero no infinita. Como si en cualquier momento el río estuviera por mostrar su cola. El cauce se volverá cada vez más estrecho para terminar en una punta que después se irá bailoteando entre las piedras para perderse más adelante, dejándote un lecho reseco y gris. Es el momento en el que decidís; y lo hacés teniendo en cuenta tantas cosas que el vértigo es inmenso, pero más allá de todo lo que se agita en tu mente, hay algunos recuerdos que prevalecen escapando a la tormenta sin que los toque la furia.
Y a esa edad el futuro es pura conjetura. Algo muy lejano y casi fantástico, como la próxima inundación del río, que se desbordaba cada tres o cuatro años y sumergía media ciudad.
La noche se los llevó por diferentes carriles. Una noche que duró ocho años.
Sola.
Se acercó a saludarla. En el primer instante ella pareció incómoda. Pero luego lo invitó a sentarse mientras esperaba a una amiga que iba a caer de un momento a otro. Él se negó, mirando de reojo al lugar en el que su novia hacía palmas con el tema ese de los 19 días-y-no-sé-cuántas-noches. De acuerdo; había algo de tiempo, aunque no tanto como para sentarse. Le hizo las preguntas de rigor. Ella estaba muy bien. Tenía un hijo. Tenía proyectos geniales. Viajaba mucho. Había estado en el Coliseo el mes pasado. ¿Él no había visto las fotos? Ah, no la tenía en Facebook. Prometió agregarla y se dijo para sus adentros que obviamente no lo haría. Bueno, nada, me alegro de que estés bien. Y en los ojos de ella hubo un segundo en el que el paisaje del bar se puso borroso para luego reaparecer. Él le dio un beso en la mejilla y se fue justo en el momento en el que llegaba la amiga a la que ella esperaba.
El placer de charlar se fue convirtiendo gradualmente en la desgarradora necesidad de verse, de tocarse.
En la noche fue al concierto. Ella estaba sola, en una mesa casi en sombras. Le costó encontrarla, pero sabía que iba a estar. Tal como había imaginado, el chico era el hijo de ella. Brillaba en el escenario. Era un increíble vocalista, aunque cantaba cosas que no se entendían.
Y así, el pescador fue el primero en hablarle de ella después de tanto tiempo. Se enteró de que ella había regalado a su ciudad natal aquél proyecto y, según se rumoreaba, también había aportado silenciosamente una parte importante de los recursos para llevarlo a cabo. Tal vez todos los recursos, pero eso tenía que ser una exageración. El pescador le recomendó que siguiera dos cuadras por la costa para conocer el puente.
Pero no pasó esa vez.
Él escuchó esas palabras sin demostrar que cada sílaba le estaba doliendo más que la anterior. De hecho, no lo demostró en ningún momento. Ella igual lo supo cuando se besaron antes de despedirse. Sin que él tuviera que preguntarlo, le dijo que el viaje era por unos meses. Aventuró una fecha en la que debía estar de vuelta, aunque no estaba segura. Sería en el verano.
Me volé de la foto
15-04-17 Está loco
Cuando lo más lógico sería dejar que el mundo haga lo que hace rato viene haciendo mejor, que es destruirse con sus propias armas, él quiere dar la vida por el mundo.
Sí, es innegable. Está loco, y basta verlo: Apuesta al perdedor con una sonrisa y no se deja desalentar cada vez que lo decepcionan, sino que sigue esperando.
En una tierra de números, estadísticas; un mundo impersonal donde una pared basta para que lo que pasa a menos de treinta centímetros de nosotros deje de ser cosa nuestra, él propone el amor. Pero no como un modo de encontrar satisfacción personal, sino que va más allá y propone amar al que nos daña, para que por fin el legado del odio tenga un fin
Sí; tiene que estar decididamente loco. Anda por ahí, pasando entre la gente sin que reparen en él, y no le importa que lo ignoren. Le alcanza con estar, y confía en que van a verlo en algún momento.
Se podría decir que vive en una realidad paralela, diametralmente distinta a la nuestra.
Pero, de vez en cuando, alguien con el alma en carne viva, con el corazón hecho tiras por la vida, lo escucha susurrar; una voz entre tantas voces. Lo escucha y enseguida se enamora de sus palabras. Y decide hacerlas suyas. Y a esa altura ya no puede hacer otra cosa que cerrar el libro para empezar a vivir el libro.
Es ahí cuando las mismas palabras, tantas veces reducidas a la nada por los que pretenden sólo usarlas sin sentirlas de verdad, se vuelven fuego, vida, y desatan una furia transformadora de la que nadie vuelve siendo el mismo. Entonces la historia empieza otra vez: Sale de la tumba, se sienta en el trono, y es el rey que todos necesitamos. El único que tiene algo para decir entre tanto ruido vacío. Su locura cobra sentido.
La terrible tragedia
La terrible tragedia de las hormigas a las que alguien les acaba de patear su ciudadela de tierra ocurre a escasos diez metros del patio en el que una anciana llora Dios sabe qué ausencias mientras la tele llena el silencio con las noticias de una toma de rehenes que ocurre a poco más de cien kilómetros, en tanto que del otro lado del mar arrasan ciudades enteras con armas químicas, todo dentro de un planeta que en pocos años no tendrá suficiente agua ni comida para sus habitantes, gente que, sin importar donde esté, al mirar al cielo encuentra las mismas estrellas de la misma galaxia que ahora ven las hormigas mientras tratan de restaurar su hormiguero.
Que haya siempre
El amor se tiene que abrir camino
Tiene que ser cuanto antes. Es urgente. Hablo de algo que no puede esperar.
Suenan las alarmas en todos los rincones. Si nadie puede escucharlas es otra prueba de lo mucho que nos hace falta que el amor salga de las sombras, ahí donde lo dejamos.
El amor tiene que encontrar cuanto antes una vía húmeda en los escombros para hacer crecer sus raíces.
Es imprescindible que sea ahora, con tanta boca maldiciéndose a sí misma y escupiendo al cielo. Es tan necesario como una bocanada de aire en una atmósfera viciada.
Ahora, que estamos cada vez más lejos. Con millones de kilómetros de fibra óptica destinados a comunicar nuestras diferencias. Con toneladas de chatarra espacial orbitando alrededor del planeta en la ilusión de que así estamos más cerca, pero no.
"Es imprescindible", declaran esas lágrimas silenciosas. "Es urgente", dice a gritos el vacío que te espera al final de la jornada.
El amor tiene que aparecer desde algún lugar, romper el silencio, escupirnos en la cara su verdad que aplasta el odio.
Ahora que tantos falsos profetas saben exactamente lo que necesitamos.
Ahora que el pasado y el presente se parecen tanto en eso de estar en nuestra contra. En este entrevero de telarañas y polvo. Cuando nos asomamos al abismo y sentimos el tiron irresistible de las ganas de saltar.
Ahora. Ya mismo.
Qué podemos esperar para que esto cambie, si no hay dónde volver y si hay algo mejor sólo puede estar adelante.
Se tiene que desatar un terremoto, y después la evolución imparable de músculos y arterias que recubren los huesos secos, creciendo como plantas sobre las osamentas del pasado. Recreando torrentes sanguíneos, carne, grasa, piel, ojos, y pelo, hasta recibir el aliento que da vida.
Tiene que haber una voz que, de tan dulce, haga callar a los que gritan con furia frases incoherentes. Tiene que ser una caricia que calme a los que debaten en la tele y a los que escupen su veneno en las redes sociales. Algo que pueda curar a los enfermos de odio. A los que, de tanto odio que tienen adentro, se les escapa el ácido por los ojos cuando miran.
Este es el momento en el que el amor se tiene que abrir camino.
Confiemos; y abramos las puertas, las ventanas. Si es necesario, hagamos agujeros en las paredes para que pueda entrar como sea, porque lo necesitamos más de lo que él nos necesita.
El amor siempre encuentra la manera de volver. Tal vez nosotros encontremos la manera de hacerle de nuevo un lugar.
Eliminando criaderos de dolor
Descacharrar. Ese término que se escucha tanto ahora con esto del dengue. Des-cacharrar, algo así como deshacerse de los cacharros. Y los chacharros -fijate que si lo decís varias veces seguidas empieza a sonar raro- vienen a ser como esos invitados molestos de los que te tenés que deshacer porque no suman nada bueno y por el contrario, te ensucian la casa, el terreno, y se conviertenen en criaderos de mosquitos o de vaya a saber qué otras alimañas. Porque cacharros hay en todos lados. En la casa del humilde vecino de las afueras y en el chalet de fin de semana de algún ricachón al que ni le conocemos la cara. Cacharros que alguna vez fueron otra cosa, pero ya no lo son. Porque ese tarro que ahora está ahí medio enterrado, con varios centímetros de agua negruzca en el fondo y un montón de larvas creciendo en él, antes fue otra cosa. Esa olla primero dio riquísimas comidas pero después en sus tiempos de vejez fue explulsada de la cocina y debió peregrinar al patio, donde sirvió como maceta, y más tarde, abollada y descolorida, casi irreconocible, terminó acá, entre el pasto, medio tumbada, y con un poquito de agua en la que se están amontonando los mosquitos. La superficie de esta mínima cantidad de agua está agitda porque, de a poquito, van emergiendo de ella los mosquitos jóvenes que nacen, se asoman a la vida y tras caminar sobre las aguas, dubitativos como un San Pedro en medio de la tormenta, se echan a volar y a cumplir con su destino de picar, extraer sangre, y tal vez contagiar el dengue. Todo saliendo de un chacharro que nadie en la familia recuerda que está ahí, aunque todos saben que está ahí.
Y después están los otros cacharros, los del alma, que son los más difíciles.
Ya se sabía que todo esto iba a terminar en ese lugar, porque todo va al alma. Todo, incluso los cacharros. Y andamos muchos por la vida arrastrando esos criaderos de mosquitos con nosotros. Sin poder olvidar algo que nos pasó; algo que nos hicieron, algo que nos quedó agarrado a las entrañas y por más que tironeamos, no quiere salir. Cacharros de formas y colores diversos. Cacharros que alguna vez nos hicieron felices pero hoy sólo nos enferman y si no los tiramos nos van a matar. Tiempo de descacharrarnos por dentro, que es lo más difícil, porque a un tanque de mil litros, si nos ponemos de acuerdo entre muchos, lo movemos, pero este dedal, esta tapita de botella, que está en el fondo del corazón de esa persona a la que la hirieron en su infancia... Es mucho más difícil de mover, y está en un lugar al que sólo Dios puede llegar. Y dejarnos alcanzar es lo único que nos puede salvar. Y nos cuesta dejar que alguien pase al terrenito del fondo, al rincón del patio al que nosotros nunca vamos, al lugar en el que las larvas se reproducen y se convierten en mosquitos, y nos enferman... Al final todo eso nos enferma.
Sacar los cacharros del pasado que no fue, las esperanzas vanas, las maravillas que no fueron. Sacar a la calle esos restos de amarguras nunca lloradas. Las lágrimas que nos guardamos esa vez, y la otra, y después otra vez más, hasta que nos enfermaron. Las larvas en crecimiento del rencor, el odio. Lo que nos mató la fe. Hubo un momento en el que se te pudrió la fe. Ahí, entre tanto cacharro, la fe se pudrió y ahora es muy difícil recuperarla. Pero si no lo intentás, si no limpiás el terreno del fondo... Bueno; ya sabemos lo que pasa.
Por eso, animate: Ponete las zapatillas y los pantalones viejos, la remera esa que te reagalaron pero no te gusta ni un poquito, y a limpiar el fondo de casa.
Y seguro que cuando empecés a revolver, alguno de esos cacharros, la olla de la que hablamos antes, por ejemplo, te va a dar lástima tirarla. ¿Y si la vaciamos y la dejamos de nuevo donde estaba? ¿Qué mal puede hacer? Y ahí es donde no podés aflorjar. Tirala de una. Ni lo dudes. Limpiá todo, tirá todo. Cortá el pasto, eliminá los criaderos de tristezas.
Y después, mucho después, en unos meses, o tal vez en unos años, cuando te animes y vuelvas, es posible que hasta veas que crecen flores ahí donde antes había puros cacharros viejos.
SIMULTANEIDAD
Nada más verte sonriendo y se descarrilan varios trenes; tropiezan las viejitas que compran verduras en el super de los chinos; se dan por vencidos varios maratonistas en algún circuito impronunciable de Alemania; dan dos vueltas en el aire los suicidas que se tiran al vacío; los yanquis se deciden a invadir varios países tercermundistas; los políticos dicen dos o tres mentiras menos por segundo; palpita incontables veces mi corazón al ritmo de un blues rabioso; se disuelve a medias la niebla de una mañana de Agosto y en el congreso aprueban una o dos leyes.