Pueden bendecir las armas en su nombre. Pueden invocarlo en su grito de batalla. Pueden ponerle su nombre a las bombas. Pueden buscar viejas profecías que le den un sentido a la demencia. Y pueden nombrarlo todo lo que quieran. Pero nada cambia la verdad: Dios siempre está del lado de los débiles y el único reino que le importa es uno hecho a la medida de los más chiquitos.
La felicidad son todas las magníficas expectativas que pasan por mi cabeza hasta el instante en el que tu indiferencia las aplasta. Es eso, y el placer de darme cuenta de que sin vos el mundo sigue girando; el sol sigue saliendo; los rituales de las fiestas siguen siendo igual de aburridos; los manuales de instrucciones siguen enseñando todo menos lo que necesitamos saber y doce pisos, como decía Julio... La felicidad tiene más que ver con el único beso que importa -que es el que no me das- que con los muchos que podrían aguardarme por ahí. La felicidad es un estado de ánimo privativo de los que no conocen el mañana.